viernes, 4 de octubre de 2013

NEREA LAZKANO (IV)

(( Y hasta aquí la colaboración de Héctor...de momento. Seguid, seguid,...Seguid):

 Aquel día todos me vieron cara de pesadumbre y no pararon de hacer cábalas para explicarla. ¿Había perdido mi equipo? ¿Se había ido mi mujer con otro? ¿Tenía hemorroides? No les hice mucho caso, pues consideraba que centrarme en el trabajo podía ser la mejor forma de evadirme, cuando aquel sobre puesto en lugar bien visible de mi mesa hizo que mi corazón diera un vuelco:
  

Querido Luis:

  Desde el primer día que anduve por tu empresa tu timidez me resultó atractiva a más no poder y quise saber quién eras. Cuando me dijeron cuál era tu cargo vi que todo podía resultar mucho más fácil. No tuve más que sobornar a algunos de tus compañeros para que previnieran al jefe contra mí, y lo demás ya lo sabés. Ha sido bárbaro, ché.


 No seguí leyendo. Ya podía decirle al jefe que no había motivos para sospechar de Nerea. Qué astuta la cabrona de ella. Menos mal que el jefe podrá ser un tirano pero en el fondo -muy en el fondo- no es mala persona así que cuando le pedí un día libre me concedió dos o tres con la sonrisa en los labios.

La melancolía llenaba cada rincón de mi casa, y a gusto me habría tirado por la ventana, cuando recordé aquella frase de Nerea: "Sólo nos pueden ver de medio cuerpo". Sonreí llevándome las manos al cinturón y un momento después la mitad de mi cuerpo que no se veía por la ventana quedaba totalmente al descubierto. Mi instrumento había comprendido, pues se puso todo tieso de inmediato mientras me volvía al dormitorio y sacaba de un cajón una leve seda azul: las bragas que llevaba Nerea el primer día. Aún olían a ella. Las miré por delante y por detrás, a izquierda y derecha, arriba y abajo y me froté con ellas la cara, los muslos y el miembro, envolviéndolo por completo hasta que se produjo el estallido y la delicada prenda quedó embadurnada de leche por todas partes.

 Caí sobre la cama jadeando como un poseso y sintiéndome el hombre más feliz del mundo. Seguía siendo Luis López pero ya no me recordarían más como "el tímido". Ahora entendía por qué tanta gente decía que los matrimonios funcionan mucho mejor tras una pequeña infidelidad.

 Cuando mi falo hubo vuelto a sus discretas dimensiones cotidianas me quité la camisa, me duché sonriente y salí de compras. Isabel llegaría tarde, así que me daba tiempo de preparar una ensalada de manzanas, nueces y queso y unos huevos rellenos de atún con mayonesa. Tenía a mi favor el hecho de que la comida anual con sus amigas era uno de los pocos días que venía a casa contenta.

 Y así fue aquella vez. Traía una sonrisa bastante agradable, que creció al ver dos de sus platos favoritos en una mesa con flores y velas. Me besó con una fuerza inusitada y se dirigió a la habitación, de donde salió con aquel vestido que no se había puesto en años. Un vestido que realzaba su figura y la hacía verdaderamente atractiva. Un vestido ligero, vaporoso, elegante y, sobre todo -ahora lo pensaba sin miedo- fácil de levantar hasta la cintura.

 Durante la cena se mostró cariñosa y alegre, y yo tenía que aprovecharlo. Por eso, acabados los pasteles, me armé de valor y le dije con voz segura:

-Isabel, esta noche te voy a hacer algo nuevo. Algo muy especial.



¿¿VERDAD QUE OS QUEDAIS CON GANAS DE MÁS?? DE saber qué le hizo Luis a Isabel tras los postres, de saber cómo reaccionó ella. Si resurgió la pasión o no. Si ella le daría una torta, o por el contrario lo recibiría de buenas... ¡¡¡¿QUé coño se le estaba pasando por la mente a Luis??? AAAAGGGG Este Héctor... es un maldito cabrón cortando así la historia, ¿verdad? (...)
¡¡Ajá!! Quien calla otorga.  Ufff... Es un malvado. Jum.  Aquí yo me quedé...con un hormigueo...no sé muy bien dónde exactamente que... ¡¡no le perdono!! ¬.¬ Aunque él no lo sabe... =P 
(Los insultos, como dijiste, desde el cariño.  Siempre).